CARVALHO RELOADED
He tratado de revisar metódicamente
mis sentimientos a veces contradictorios ante la noticia de que el escritor
Carlos Zanón será el encargado de revivir el personaje de Pepe Carvalho para
una próxima novela que continuará las andanzas del detective creado por Vázquez
Montalbán. Una vez concluido el autoanálisis, el resultado me parece claro:
envidio a Zanón. Más allá de purismos y de traiciones, más allá de los
evidentes riesgos de una estrategia descaradamente mercantil, intuyo que me
gustaría tener algún día una oportunidad como la que ahora tiene Zanón. Aunque,
también es verdad, seguramente yo firmaría con seudónimo (Raúl Garay, por
ejemplo). Porque practicar estos juegos tiene sus peligros, como cuando José
Luis Garci se atrevió a jugar ni más ni menos que con Sherlock Holmes, con
resultados catastróficos. Veremos qué tal le va a Zanón.
Este fenómeno no es nuevo y forma
parte desde hace mucho del código de conductas de la cultura masiva, pero quizá
haya que temer una expansión en los próximos tiempos de ese concepto
franquicial de la literatura. Al fin y al cabo, solo sería un nuevo paso en la
asimilación por parte del mundo literario serio de técnicas y
procedimientos mercadotécnicos procedentes de formas artísticas como el cine o
incluso el cómic. Una asimilación seguramente inevitable en la fase actual de
hipercompetencia capitalista, en la que el sueño de la profesionalización del
escritor se está precarizando y no es extraño ver a escritores aceptando
ofertas que harían vomitar a los bohemios de los buenos tiempos.
Sin duda hay una “alta literatura”
que no se ha contaminado del todo, pero tal vez acabe siendo irremediablemente
marginada ante estos nuevos productos, más aptos para las exigencias de ese
mercado en el que ya estamos todos, mal que nos pese a algunos. Sin entrar en
los casos muy conocidos de las sagas de Pérez-Reverte o Ruiz Zafón,
¿acaso El monarca de las sombras no es, o se vende como tal al
menos, una segunda parte, es decir, una especie de secuela, de Soldados
de Salamina? Es probable que las estrategias de mercado procedentes de las
grandes industrias de la cultura global estén penetrando mucho más en las
expectativas de autores y lectores de lo que pensamos.
Ante ese panorama, deberíamos
empezar a cambiar nuestras categorías de análisis, de modo que veamos Juntacadáveres como
la precuela de El astillero, y Cien años de soledad como
un primer crossover, por la presencia de (si no me falla la
memoria) de Victor Hugues, Rocamadour y Artemio Cruz. Pero puede que el peligro
sea mayor, y temo que ahora he de ponerme profético: el descenso evidente de
los beneficios económicos por derechos de autor en tiempos digitales quizá
lleve en un futuro próximo a nuevos “modelos de negocio” en los que los
personajes sean vendidos o alquilados como Carvalho. Viendo lo que es capaz de
hacer Andrew Wylie con el legado de Bolaño, debemos estar preparados para todo
cuando el superagente vea la oportunidad de sacar dinero antes de que caduquen
los derechos de autor. Y es que en un mundo saturado de relatos y en el que
cada vez es más difícil ser original, tal vez el futuro de la imaginación
literaria dentro de unas décadas estribe en la reescritura permanente de la
literatura previa para satisfacer la demanda de unos lectores infantilizados y
ansiosos por regresar una y otra vez a sus héroes.
Sí, ya sé que suena obsceno y
tremendista, pero déjenme completar la profecía. Imaginemos algunos posibles
títulos: Rayuela 2: qué le pasó a Horacio Oliveira, Luces
de bohemia: cuando Max conoció a Latino, La Regenta liberada (sobre
la vida sexual solitaria de Ana Ozores), The Walking Dead: Arrival to
Comala, y el reboot Cien años de soledad: el otro
manuscrito, en el que descubrimos que Melquíades tenía escondido otro
manuscrito y que Macondo puede reconstruirse a través de un resto de ADN de los
Buendía o algún agujero de gusano cuántico. Aunque también podemos ser más
ambiciosos y mezclar personajes libres de derechos de autor de diferentes
novelas: así, igual que existe en cómic La liga de los hombres
extraordinarios, a alguno se le ocurrirá La liga de los héroes de
la modernidad, en la que Hans Castorp, Stephen Dedalus, Marcel, Gatsby y
alguno más se unen para formar un extravagante e incompetente grupo de rescate
que, por supuesto, fracasará a la hora de salvar a su amigo Joseph K. de una
muerte segura e injusta. Y ya puestos, no vendería poco un Cincuenta
sombras de Larsen, en el que el proxeneta monta por fin el superprostíbulo
con todas las prostitutas del boom, desde Eréndira hasta Alejandra
Vidal pasando por la Manuela. La lista de experimentos es interminable y
también podríamos abrir una serie de grandes duelos literarios: por ejemplo,
encerrando en una sala a un personaje narrador de Fernando Vallejo y a uno de
Javier Marías, a ver cómo acaban y quién deja hablar a quién.
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