"Yo no he muerto en México" (novela)

domingo, 21 de mayo de 2017

CARVALHO RELOADED


He tratado de revisar metódicamente mis sentimientos a veces contradictorios ante la noticia de que el escritor Carlos Zanón será el encargado de revivir el personaje de Pepe Carvalho para una próxima novela que continuará las andanzas del detective creado por Vázquez Montalbán. Una vez concluido el autoanálisis, el resultado me parece claro: envidio a Zanón. Más allá de purismos y de traiciones, más allá de los evidentes riesgos de una estrategia descaradamente mercantil, intuyo que me gustaría tener algún día una oportunidad como la que ahora tiene Zanón. Aunque, también es verdad, seguramente yo firmaría con seudónimo (Raúl Garay, por ejemplo). Porque practicar estos juegos tiene sus peligros, como cuando José Luis Garci se atrevió a jugar ni más ni menos que con Sherlock Holmes, con resultados catastróficos. Veremos qué tal le va a Zanón.
Este fenómeno no es nuevo y forma parte desde hace mucho del código de conductas de la cultura masiva, pero quizá haya que temer una expansión en los próximos tiempos de ese concepto franquicial de la literatura. Al fin y al cabo, solo sería un nuevo paso en la asimilación por parte del mundo literario serio de técnicas y procedimientos mercadotécnicos procedentes de formas artísticas como el cine o incluso el cómic. Una asimilación seguramente inevitable en la fase actual de hipercompetencia capitalista, en la que el sueño de la profesionalización del escritor se está precarizando y no es extraño ver a escritores aceptando ofertas que harían vomitar a los bohemios de los buenos tiempos.
Sin duda hay una “alta literatura” que no se ha contaminado del todo, pero tal vez acabe siendo irremediablemente marginada ante estos nuevos productos, más aptos para las exigencias de ese mercado en el que ya estamos todos, mal que nos pese a algunos. Sin entrar en los casos muy conocidos de las sagas de Pérez-Reverte o Ruiz Zafón, ¿acaso El monarca de las sombras no es, o se vende como tal al menos, una segunda parte, es decir, una especie de secuela, de Soldados de Salamina? Es probable que las estrategias de mercado procedentes de las grandes industrias de la cultura global estén penetrando mucho más en las expectativas de autores y lectores de lo que pensamos.
Ante ese panorama, deberíamos empezar a cambiar nuestras categorías de análisis, de modo que veamos Juntacadáveres como la precuela de El astillero, y Cien años de soledad como un primer crossover, por la presencia de (si no me falla la memoria) de Victor Hugues, Rocamadour y Artemio Cruz. Pero puede que el peligro sea mayor, y temo que ahora he de ponerme profético: el descenso evidente de los beneficios económicos por derechos de autor en tiempos digitales quizá lleve en un futuro próximo a nuevos “modelos de negocio” en los que los personajes sean vendidos o alquilados como Carvalho. Viendo lo que es capaz de hacer Andrew Wylie con el legado de Bolaño, debemos estar preparados para todo cuando el superagente vea la oportunidad de sacar dinero antes de que caduquen los derechos de autor. Y es que en un mundo saturado de relatos y en el que cada vez es más difícil ser original, tal vez el futuro de la imaginación literaria dentro de unas décadas estribe en la reescritura permanente de la literatura previa para satisfacer la demanda de unos lectores infantilizados y ansiosos por regresar una y otra vez a sus héroes.
Sí, ya sé que suena obsceno y tremendista, pero déjenme completar la profecía. Imaginemos algunos posibles títulos: Rayuela 2: qué le pasó a Horacio OliveiraLuces de bohemia: cuando Max conoció a Latino, La Regenta liberada (sobre la vida sexual solitaria de Ana Ozores), The Walking Dead: Arrival to Comala, y el reboot Cien años de soledad: el otro manuscrito, en el que descubrimos que Melquíades tenía escondido otro manuscrito y que Macondo puede reconstruirse a través de un resto de ADN de los Buendía o algún agujero de gusano cuántico. Aunque también podemos ser más ambiciosos y mezclar personajes libres de derechos de autor de diferentes novelas: así, igual que existe en cómic La liga de los hombres extraordinarios, a alguno se le ocurrirá La liga de los héroes de la modernidad, en la que Hans Castorp, Stephen Dedalus, Marcel, Gatsby y alguno más se unen para formar un extravagante e incompetente grupo de rescate que, por supuesto, fracasará a la hora de salvar a su amigo Joseph K. de una muerte segura e injusta. Y ya puestos, no vendería poco un Cincuenta sombras de Larsen, en el que el proxeneta monta por fin el superprostíbulo con todas las prostitutas del boom, desde Eréndira hasta Alejandra Vidal pasando por la Manuela. La lista de experimentos es interminable y también podríamos abrir una serie de grandes duelos literarios: por ejemplo, encerrando en una sala a un personaje narrador de Fernando Vallejo y a uno de Javier Marías, a ver cómo acaban y quién deja hablar a quién. 
La única esperanza que tenemos es que nunca acierto en mis profecías. Pero alguna vez lo conseguiré.


domingo, 7 de mayo de 2017

EL NUEVO ENEMIGO DE LA LITERATURA


No, no me refiero a los presentadores de la televisión que, como mi excompañero de carrera Jorge Javier Vázquez, acaparan la mesa de novedades incluso en el gran día de la cultura que es Sant Jordi, y la atiborran de fatuidad y cosmética mientras algunos intentamos organizar la denuncia por intrusismo profesional. Tampoco me refiero a Mercedes Milá y su nefasto programa pretendidamente democrático, con sus Mama Chicho de la puerilidad lectora y su apoteosis del like como criterio estético. Ni al creciente fenómeno de los booktubers, productos de la pedagogía Flanders que nos domina desde hace tiempo y que han conseguido que algunos revaloricemos inesperadamente la obra de don Marcelino Menéndez Pelayo y la de cualquier fósil del mundo analógico. Y tampoco me refiero a ese viejo enemigo que llevo toda la vida aguantando, el grupo PRISA, que después de décadas de ejercer su hegemonía se está volviendo casi entrañable en su decadencia, convertido en nido de carcamales millonarios antipodemitas aterrados ante la perspectiva de quedarse sin su soñado premio Cervantes (y hay al menos dos que sueñan ya con el Nobel).
No, hay otro enemigo más discreto y subterráneo; más propicio, en definitiva, para la paranoia. Un rival enigmático cuyo poder se está extendiendo de forma poco visible y que está colonizando comportamientos a marchas aceleradas. La elite académico-humanística, como siempre, no se dará cuenta hasta que sea demasiado tarde y el daño sea irremediable; aunque no sé si incluso un superhéroe como Bourdieu hubiera podido enfrentarse a un villano como él. El enemigo tiene nombre extranjero, como buen malvado exótico, y parece personaje de novela negra nórdica o delantero danés barato adquirido en el mercado de invierno de fichajes. Su nombre es Nielsen.
Sí, Nielsen. Tendremos que redefinir el esquema de la comunicación de Jakobson y darle su puesto como factor de la literatura del siglo XXI, sobre todo en un país como España, tan proclive al yugo de la codicia. Nielsen es una base de datos por suscripción con resultados de ventas de libros y, por tanto, el equivalente literario de los medidores de audiencia televisiva; pero también es, como me dijo un editor, algo parecido a la lista de morosos de los bancos, por la que cualquier escritor publicado queda marcado por su nivel de rentabilidad, es decir, su capacidad de crédito, nuevo concepto socioliterario. Esa capacidad de crédito es lo que puede determinar su trayectoria posterior mucho más que los otros supuestos factores del éxito literario en el neoliberalismo cultural actual.
Nielsen está barriendo con todo y pronto no quedará nada. Nunca el capital había tenido un esbirro tan eficiente en el terreno cultural; el refugio del arte puro se está quedando sin oxígeno y no habrá más remedio que salir a la superficie. ¡Ríndete, humanismo tradicional de Auerbach y Curtius! Estás en vías de extinción, porque ya ni te va a salvar el dinero público. ¡Y tú, Onetti, no te quejes tanto, que te hubiera ido mucho peor si te hubieras encontrado con Nielsen! Ni en la cama hubieras estado a salvo. Porque Nielsen es una fuerza seductora y aparentemente inocua, pero cuando ya te vuelves adicto es imposible escapar. Hasta qué punto los editores están ya contaminados por ese virus, es difícil de saber, conociendo la sinceridad del gremio. Pero conociendo la avaricia predominante, podemos temernos lo peor.

Nielsen va camino de ser el HAL 9000 de la cultura capitalista, pero debería andarse con cuidado. Algún día habrá una resistencia organizada. Mientras tanto, ya podrían los de Anonymous hackearlo y cambiar los datos de Pérez-Reverte por los míos.