ACTUALIDAD DE LO MISMO
Ya llegó ese gran lunes que es septiembre y toca resignarse a la
desprestigiada hospitalidad del tedio. Alguno de los gurúes de la nueva era de la autoayuda 2.0 o post-Coelho dirá
que no es bueno abusar del rol de cascarrabias y que debo salir de “la zona de
confort” para afrontar riesgos y retomar la iniciativa. Esos fulleros vendedores
de humo, esos videntes de las quimeras capitalistas, son peores que Luis Rojas-Marcos, el psiquiatra que durante años sacaba lo peor de mí mismo con su defensa
del buen rollo terapéutico.
Ahora resulta que el confort es malo y que
arriesgar es positivo: supongo que por eso el Estado del bienestar se está
convirtiendo en el del malestar. Me imagino que todos los funcionarios deberían
dimitir en masa para convertirse en felices emprendedores y dejar de echarle la
culpa al Estado de su situación, y en general todos los trabajadores deberían
renunciar a su privilegiada estabilidad para
entrar en el rico mundo de las oportunidades. Se empieza con una hipoteca,
claro. A partir de ahí, todo son alegrías.
Innovación, emprendimiento, resiliencia: sólo de pensar en esas recetas
de la nueva lobotomía me esclerotizo en mi zona de confort, esperando la
quiebra de Telecinco o la de El país. Aunque, bien mirado, ¿confort? ¿Qué
confort? ¿El del profesor de universidad, en una España descompuesta que sólo
premia la corrupción y la fatuidad? ¿El del escritor al que ni su agente
responde los mensajes? ¿El del catalán que vive en Sevilla y tiene que aguantar
la profunda ignorancia del nacionalismo sea españolista o catalanista? Lo peor
de todo es que, objetivamente, no puedo quejarme, teniendo en cuenta, por
ejemplo, la consolidación infame del nuevo precariado europeo, que en España se
está poniendo a prueba con resultados esperanzadores para el gran capital.
Por supuesto, como saben los que me conocen, mi alergia ante los
optimistas tiene mucho de teatral, pero en realidad pretende ser, más que nada,
una modesta aportación al equilibrio cósmico en unos tiempos en los que el
papanatismo consumista (véase el penoso espectáculo de la promoción
periodística del videojuego del verano) y las ilusiones más necias del egoísmo
se expanden y difunden sin apenas contrapeso.
Lo preocupante es que el escenario político debería imponer más gravedad
a las conductas, aunque sólo fuera porque hay bastante en juego. Nada bueno ha
pasado en España desde junio; el póquer político continúa en situación de pulso
permanente y hay pocas esperanzas después del fracaso del sorpasso, que, aunque
no fue tan desastroso como se ha dicho, ha desmoralizado visiblemente a la izquierda
real. Por otro lado, la jugada de diablillos del PP de poner las hipotéticas
terceras elecciones en el día de Navidad ofende hasta a un ateo como yo. Y en
cuanto a Cataluña, hoy es otro día de matraca independentista, con el mismo
error de base: confundir una respetable manifestación (con niños, eso sí) con
un referéndum.
Nada nuevo bajo el sol. La decadencia continúa y se reafirma como el
espectáculo más digno de ser visto.
Bienvenido de regreso. Ya hacía falta leerte.
ResponderEliminarMuchas gracias!
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