SAUDADE
Dudo mucho que acabe yo cediendo a la tentación, tan vulgar hoy, de escribir
novelas sobre personajes o acontecimientos reales para tratar de vender en las tiendas de los aeropuertos sin forzar mucho la imaginación, pero si así fuera se me
ocurren algunos nombres interesantes precisamente
porque ya no interesan a casi nadie. Uno de los que más me fascina, por
remoto y tenaz, es el filósofo marxista húngaro Georg Lukács.
Acabo de leer la transcripción de un debate radiofónico de 1969 en el que
Lukács, desde Budapest, se reencuentra, cincuenta años después, con su antiguo
discípulo Arnold Hauser, autor de la famosa Historia
social de la literatura y del arte, que habla desde Londres, donde lleva viviendo muchos años. Por supuesto, ha
sucedido muchísimo en ese tiempo de separación: Hauser, por ejemplo, pasó diez años haciendo
de chico para todo en una oficina de la ciudad inglesa para sobrevivir y Lukács tuvo sus problemas (¡él!) con la ortodoxia soviética. Hauser tiene 77 años y Lukács 84. Pero la conversación termina así:
“Lukács: (…) y por lo que se
refiere a nuestra discusión quisiera hacer una última pregunta. En Occidente ha
surgido últimamente el término “pluralismo” –a mi parecer desprovisto de todo
sentido-. La verdad, sin embargo, siempre se da únicamente en el singular.
Hauser: Al menos dentro de las
ideologías individuales.
Lukács: Por otro lado, aquí
existe el prejuicio de que la verdad se puede determinar de un golpe y
literalmente en virtud de la decisión de cualquier institución; un prejuicio
tan peligroso como el pluralismo. La verdad es lo que tenemos que reanimar y
resucitar mediante el marxismo. Habrá que resolverlo en extensas polémicas;
aunque discutamos por una cuestión durante treinta años, el resultado será, al
fin y al cabo, solamente una verdad.
Hauser: Y de todas formas a tal
verdad solo se llega después de haber transformado la sociedad.
Lukács: ¡Exacto!
Hauser: Seguramente no se puede
cambiar primero una cosa particular y en consecuencia, después, la sociedad. No
se puede encaminar un nuevo arte sin haber pensado anteriormente en la
transformación del camino. Ese es el núcleo del problema, la esencia de nuestro
proyecto.
Lukács: Puede ser con seguridad
la base de una colaboración plena de discusiones.
(Arnold Hauser, Conversaciones con
Lukács, Madrid, Guadarrama, 1978, p. 22. Cursiva del autor)
¿Es tierno o es monstruoso? ¿Es absolutamente anacrónico o tiene algo así como una
vigencia oblicua?
Por cierto, dicen que ha muerto Fidel Castro.
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