SITUACIÓN ACTUAL DE UN TÓTEM LITERARIO
Llevaba yo algunos años sin acercarme a la obra de Enrique Vila-Matas y he vuelto a ella con su novela recién publicada, Canon de cámara oscura. Sentía, básicamente, curiosidad por saber cómo maneja el autor hoy el equilibrio siempre difícil (y más en nuestros tiempos) entre coherencia de una poética y riesgo de sobreproducción literaria. Además, lo que haga el tótem Vila-Matas, para bien o para mal, es ejemplificador, ya que se trata de uno de los narradores españoles con más capital simbólico, sobre todo entre sus pares. No apostaría por él para un hipotético Nobel español, pero tampoco quiero resignarme a que los mejores candidatos sean Cercas (con su nueva fullería literaria, Anatomía del papa que supo engañar a la izquierda) o Muñoz Molina (de quien ya hablé hace unos meses); dos que ganarán seguro, eso sí, el Cervantes. Y el Formentor, cómo no.
¿Y qué ha hecho Vila-Matas con esta nueva novela? Mantener su marca, ante todo. Por eso los amantes de la metaliteratura sin pretensiones de salvar España o algún colectivo concreto o el mundo entero encontrarán seguramente el mismo goce que en tantas de sus novelas previas. Otra cosa es que este nuevo esfuerzo literario vaya más allá de una evidente automatización de la propuesta. Pero no seré yo quien le diga a Vila-Matas que ponga un poco el freno a estas alturas de su vida, o que pruebe a sorprender de verdad a sus lectores.
En Canon de cámara oscura, el lector devoto de obras como El mal de Montano encontrará lo que espera: un narrador autodiegético que despliega un repertorio de innegable sabiduría literaria, plagado de citas y reflexiones sobre obras muy diversas pertenecientes además a diferentes tradiciones literarias, desde clásicos a obras contemporáneas y no muy conocidas, y que también cavila sobre el propio proceso de escritura de la obra que vamos leyendo. Ese narrador, Vidal Escabia, indolente y abúlico fuera de todo lo que sea literario, es escritor de una sola obra publicada, pero sabe que la literatura es la verdadera vida y ha convertido en proyecto vital su decisión, heredada de su maestro Altobelli (otro escritor fracasado), de dedicar su tiempo a un esfuerzo esencialmente simbólico: construir un nuevo canon literario, un canon “desplazado” o "intempestivo". Para ello Escabia selecciona con arbitrariedad 71 textos que va a incluir en una nueva biblioteca marginal, caprichosa y poco académica que los lectores iremos conociendo progresivamente a base de fragmentos como parte de una lección impredecible de historia literaria. La novela, por tanto, es un juego con ese concepto tan amado y odiado que es el canon, en cuya cumbre, para Escabia y Vila-Matas, parecen situarse dos nombres: Sterne y Kafka, convertidos en guías fundamentales de la libertad creadora.
Los comentarios sobre esas obras que van sucediéndose en la novela a modo de notas muestran casi siempre el sello más visible de Vila-Matas: su inteligencia lectora fuera de lo común, una imaginación crítica envidiable llena de píldoras textuales que algunos lectores aceptarán litúrgicamente como vitamina para seguir soñando con convertirse ellos también en escritores. El problema viene, como tantas otras veces, cuando, una vez elegidos los gustos literarios del narrador, con los homenajes implícitos que ello supone, Vila-Matas tiene que enfrentarse al problema típico de la metaliteratura: cómo articular y conjugar la crítica y la digresión con el artificio novelesco y sus requisitos; es decir, los ingredientes mínimos de la ficción. En esta ocasión, ha optado por que el narrador tenga un entorno familiar en crisis, marcado por la tragedia y las complicaciones paternofiliales. Pero no es ahí donde radica lo más sorprendente de la obra, en términos puramente ficcionales: la novela tiene un extraño aroma a ciencia-ficción. Aunque la historia transcurra en Barcelona y en nuestro tiempo, se entrevera con la sombra de Blade Runner: el narrador tiene dudas sobre su propia identidad y se cree androide, porque los androides (que no son Nexus, sino Denver) existen en Barcelona y son también peligrosos. El truco es desconcertante, sin duda, y guarda relación con otros juegos de desdoblamiento identitario en la novela y con el magisterio kafkiano y/o borgeano a la hora de plantear la deshumanización del yo contemporáneo, sobre todo si este es escritor. Con todo, el resultado es extraño en el mal sentido, como si a Vila-Matas no le hubiera acabado de gustar la ciencia-ficción y la planteara con timidez, en vez de apostar hasta las últimas consecuencias por el experimento.
En cualquier caso, creo que, como en otros casos de la abrumadora oferta literaria actual, lo importante con Canon de cámara oscura no es enfocarlo desde un punto de vista microliterario, porque el debate se termina pronto: a los lectores fieles de Vila-Matas les gustará sin duda, y los que consideramos que no es una novela imprescindible y que se acerca demasiado a la literatura de obsolescencia programada tendremos, sin embargo, que respetar la trayectoria de un autor consagrado. Pero, desde un punto de vista macroliterario, desde una posición de distant reading quizás, la obra plantea algo más importante: el desamparo en el que pueden quedar los letraheridos de lengua española después de Vila-Matas. ¿Cómo se mantendrá esa fe en la palabra literaria que ese autor ha representado durante los últimos veinticinco años? ¿Quién tomará el relevo de esa labor de supervivencia frente a la invasión de la imagen tecnificada, el storytelling, el tedioso true crime y la no ficción? Item más: ¿hasta qué punto el agotamiento que al menos yo veo ya en la fórmula metaliteraria revela un fin de ciclo narrativo y la aparición de nuevas preguntas en el horizonte literario? No importa tanto, en ese sentido, lo que todavía tenga que aportar el sujeto Vila-Matas como el modelo Vila-Matas en sí, entendido como posibilidad literaria en el espectro de opciones actuales. Habrá que estar atentos a la batalla que se avecina y al reequilibrio de posiciones. Intentaremos dar cuenta de todo ello por aquí, en la medida de lo posible; esperemos que, por una vez, la derrota no sea previsible.
Qué sería sorprender de verdad a los lectores?
ResponderEliminarLa mitad de la sorpresa que me he llevado al leer tu comentario, seguramente.
EliminarNo espero que Enrique Vila-Matas ofrezca ahora una novela sobre la Guerra Civil, o sobre José Bretón. Pero tal vez quisiera encontrarme con una novela que me impulse a decir: "no esperaba esto de Vila-Matas". Un giro que, evidentemente, tiene riesgos. Eso sí, no seré tan soberbio como para decir que tengo la receta para eso que los teóricos llaman "romper el horizonte de expectativas".
(PD: ¿eres el Autor? ¿Eres un personaje? ¿Un fake? Me tienta la idea de usar esos recursos que sirven para verificar también si eres un robot. Tendría cierta coherencia con la novela, ¿no?
Sea como sea, gracias por comentar).
Gracias a ti. Me ha interesado tu texto (soy V-M,) y sentí la tentación de pasar por aquí -por tu espléndido blog- con una pregunta.
EliminarY en efecto. Sorprender de verdad creo que es muy difícil, ya me gustaría a mí.. Quizás sea la continuidad del 'gen maléfico' en Barcelona (ver las ultimas líneas del Canon) lo que pueda entenderse como una modesta sorpresa,
Grandes abrazos.
No te puedes imaginar lo honrado que me siento por tu visita y tus comentarios (me has hecho pensar en el "gen maléfico", que quizá había pasado por alto). Este es un blog muy modesto dentro de la galaxia digital y no suelo recibir muchos comentarios, como podrás comprobar, y menos de los propios autores o de figuras notorias del mundillo literario.
EliminarOjalá algún día podamos hablar del Canon en persona. Si te apetece visitar Sevilla, tal vez podamos organizar algo en la universidad (te escribo por correo electrónico, en ese caso). Mientras tanto, quedo a la espera atenta de la próxima novela.
Un fuerte abrazo.